Hace un año por estas fechas yo tenía problemas con el
alcohol.
Durante mucho tiempo todos me decían que dejara el alcohol: mi mujer,
mis hijos, mi familia, amigos conocidos. Yo pensaba que todos estaban en mi
contra y que querían hacerme la vida imposible.
Yo, día tras
día, me inventaba una excusa, mentiras
tras mentiras. Llegó el momento de
recoger la cosecha y recogí soledad. Me encontré con la soledad y ésta me hizo “compañía”.
Y mientras… apareció la depresión. Seguí corriendo y caí en
el oasis que supuestamente me alentaría y calmaría mi sed. Era el oasis de la
muerte que me seducía con su oleaje de perturbación. Mi corazón y mente aturdidos fueron cegados por el odio
maldito.
Los días se tornaron tenebrosos, rayos de hipocresía llovían
sobre mi cuerpo. Truenos de rencor estremecían mi alma. Relámpagos de mentira cegaban mis ojos.
Tornados de orgullo se llevaban lo que más quería. Una profunda soledad me dejaba sin aliento. Y yo, anonadado, seguía mi camino hacia el puñal de la
muerte hasta que se agotaron mis fuerzas y quedé tirado en la arena como una
vasija vacía por dentro y destrozado.
Una luz abrió mis esperanzas y la seguí. Me llevó dentro a
esta ciudad, Lleida. Conocí la casa de acogida Nueva Imagen de la iglesia
Evangélica Pentecostal. Allí me dieron cobijo y amor. Queridos hermanos : Os
daré siempre les daré las gracias mientras viva y os llevaré en el
corazón. Gracias al Centro Nueva Imagen,
al Taller del Alfarero, a Manolo, Blanca, Juan, Miguel y a los hermanos de esta
iglesia, a Jordi nuestro pastor y a los hermanos del ministerio.
Todos ellos son las manos de alfareros guiadas por nuestro
Señor: Manos que trabajan cada vasija con humildad y mucho amor. Sus jornadas
no están medidas con tiempos “kronos” sino con tiempos “Kairos”( los tiempos de
nuestro Señor), las 24 horas del día de los 365 días del año. Una
responsabilidad y un esfuerzo humanamente imposible si no estuviera alimentado
por el Señor.
Una noche, durmiendo, soñé que Dios me gritaba : ¡Alerta,
alerta! Y al oír esto yo le gritaba : ¡ Señor, despiértame, despiértame! A
partir de ese momento empecé a conocer a nuestro Señor. Hoy le doy las gracias a nuestro Dios por la
obra que ha hecho en mi vida. Es el alfarero y yo su vasija. Le digo cada día : “ Trabaja en mí hasta que
refleje tu mano en cada detalle de mi vida. Gracias por ayudarme”.
Es cierto que cada uno de nosotros tenemos nuestras propias “
grietas”, defectos, imperfecciones, etc. Tal vez somos por tanto vasijas
agrietadas. Pero debemos saber que nuestro Señor, si se lo permitimos podrá
aprovechar cada una de esas “ grietas” para obtener maravillosos resultados en
cada uno de nosotros. A fin de cuentas cuando un cargador de vasijas lleva una
sobre sus hombros y ésta pierde agua por alguna de sus grietas, no es agua
desperdiciada sino que al caer en el camino puede producir maravillosas flores
que de otro modo no crecerían. Eso es lo que espero que Dios haga conmigo y con
cada uno de ustedes.
Bendiciones y gracias a todos.
Joaquín López
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